lunes, 16 de diciembre de 2013

Nueva entrega de lotes de carne de potro para el 27 de diciembre

La semana que viene tenemos prevista nueva entrega de lotes de carne de potro lechal. Si queréis probar esta estupenda carne, estáis a tiempo, pues queda todavía algún lote libre. Animaros!

Datorren astean gure zaldikumeen okelaren loteak banatuko ditugu, eta batzuk oraindik saltzeko daude, beraz, momentu egokian zaudete gure moxalen okela goxoa dastatzeko. Animatu!

agur bero bat

Santa Lutzi Feria Zumarragan

FERIA DE SANTA LUCÍA Más ganado y ventas a la baja Los ganaderos se quejaron de «tener que regalar» en una feria de Santa Lucía que volvió a ser multitudinaria 14.12.13 - 00:21 - MARISOL FERNANDEZ | ZUMARRAGA. La exposición de ganado de la feria de Santa Lucía contó ayer con más cabezas que en la anterior edición. 414 frente a las 365 que entraron en 2012. Lo que no siguió la misma tendencia al alza fue la venta. Se vendieron 111 animales, mientras que el año pasado salieron 140. La explicación puede estar en que «ha entrado menos ganado para la venta que en otras ocasiones. La tendencia es a la baja. El tema de los caballos es deficitario, pero se mantiene porque la gente es muy aficionada», explicó José Ignacio Aldasoro, uno de los veterinarios responsables de la documentación. «También es cierto que mucha gente vende sin traer el ganado a las ferias. Los tratantes de las cercanías compran antes de las ferias y bastante. Este mes y el anterior hemos hecho bastantes guías», continúa. Lo que no ha influído, de momento, en este tipo de compraventa es Internet. «Para el caballo de monta sí hay mercado en Internet, pero para el típico de aquí, el de carne, no», afirma Aldasoro. «El problema es que el dinero no corre», afirmó Jerónimo Vega, tratante de Dima (Bizkaia). «La feria está triste, no hay compradores». El llevó a Santa Lucía «diez caballos» y los vendió «todos, aunque baratos». Se fueron «a Valencia». También compró «tres caballos y una docena de burros, de momento». «¿Vender o regalar?», preguntaba Oier Larrinaga, de Etxeberria (Bizkaia). «Si no quieres llevar el ganado de vuelta a casa casi hay que regalarlo». El vendió cinco ponis que fueron «a Galicia». Lleva «unos diez años» acudiendo a la feria de Santa Lucía y la ve «cada vez peor, sobre todo por el precio, en cuanto a calidad del ganado está bastante bien». Vendió los ponis por «40 euros, los machos». «Casi los regalamos» Markel Martija, Josu Arregi y Asier Manzisidor, de Zestoa y Zumaia también se quejaban de los precios. Llevaron a la feria 24 ponis, 4 burros y una yegua y a media mañana habían vendido casi todo. Les quedaban 9 ponis. «Casi lo hemos regalado. Con lo que hemos sacado nos llega para la comida de hoy y poco más. Entre los chips y el transporte...», dijeron. Tampoco veían mucha calidad. «Lo bueno se vende en casa, a las ferias se trae lo sobrante. Igual se vende más, pero a menor precio», afirmaron. El ganado caballar sigue siendo la seña de identidad de la feria de Santa Lucía. Ayer se pusieron a la venta 46 caballos, 82 potros, 67 yegüa y 84 ponis, de los que salieron 9, 43,3 y 43 cabezas, respectivamente. La aenida Urdaneta de Zumarraga, que acoge habitualmente laexposición de ganado, también da cabida a otros puestos relacionados con el mismo. Es el caso del que regentaba Julián Fernández, de Torrelavega (Cantabria). «Soy guarnicionero, una profesión casi en extinción». En su puesto colgaban collarones, frontiles e incluso sillas de montar. «Habrá más de doscientos productos». Fernández fue uno de los pocos que aseguró que «no he notado la crisis. Se nota que ha bajado la venta de objetos de lujo, pero yo, trabajo tengo de sobra». Entre su oferta destacaban los collares para el tiro de la piedra, que alcanzaban los 1.200 euros. FUENTE: www.diariovasco.com

jueves, 12 de diciembre de 2013

Los austriacos y la carne de caballo (Artículo de www.vienadirecto.com)

La carne de caballo es sabrosa y muy sana pero, por algunas razones que se analizan en este post, muy impopular. 12 de Febrero.- Cuando yo era pequeño, era una máquina de devorar. Fui un niño que creció lustroso, al que le gustaba todo (menos la paella, curiosamente) y que se emocionaba con comidas que a los otros niños les ponían (y creo que aún les ponen) los pelos de gallina. Me encantaban las verduras, me moría por un buen plato de garbanzos y, en general, era feliz comiendo. Sin embargo, mi hermano, el padre de Ainara, era todo lo contrario. Siempre había que estar encima de él para que comiera cualquier cosa y no recuerdo haberle escuchado nunca decir “mamá, dame de comer que tengo hambre”.er Mis padres, desesperados, probaban todo tipo de remedios para ver de abrirle a mi hermano el apetito y, aconsejados por mi abuela Alejandrina, decidieron darnos a los dos suculentos filetes de carne de caballo los cuales, si no recuerdo mal, mi madre compraba a precio de oro en una carnicería que estaba en el pueblo de Fuencarral y que se había especializado en este producto. Hace muchos años que no la como pero, en comparación con otras cosas con las que se alimentaba a los niños de mi época (sesos rebozados y esas cosas) yo recuerdo la carne de caballo como una vianda muy sabrosa, de textura parecida a la de la carne de ternera. Ya en Austria, me sorprendió mucho que una variedad del famoso Leberkässe (una especie de mortadela que se come caliente entre pan y pan y que constituye un placer culpable) se hiciera con carne de caballo y aún más me sorprendió que, a muchos aborígenes, la procedencia de la carne les diera asco. Total, qué diferencia hay entre comerse un filete de carne de caballo y un schnitzel de carne de cerdo, cuando los brutos de los que están extraidos son igual de inteligentes. Pero parece que el caballo, por noble, por elegante, nos da más cosa. Todo esto viene a cuento de que, como mis lectores saben, se han encontrado trazas de carne de caballo en algunas hamburguesas vendidas en España y, por el resto de Europa también se han encontrado rastros de adn equino en otros productos, como la lasaña. El escándalo ha sido mayúsculo –a pesar de que la carne de caballo es perfectamente apta para el consumo y, de hecho, muy sana por su alto contenido en hierro y su bajo porcentaje de grasas- y se ha achacado a la bajada de los precios de esta carne en Rumanía. En Austria, según informa el diario Der Standard, sólo se consumen 50 gramos de carne de caballo por habitante y año y, según Statistik Austria, solamente 1000 equinos fueron sacrificados durante el pasado para servir de pasto a los seres humanos. Para que sirva de término de comparación: los austriacos, seres carnívoros por lo general, consumen setenta kilos de carne por cabeza y año. ¿Por qué le resulta a la gente repugnante comer carne de caballo? Los estudiosos dicen que probablemente sea porque la Iglesia declaró esta carne como impura durante siglos, y condenó su consumo. A pesar de que, según demuestran los hallazgos arqueológicos, el animal humano se alimentó del caballo desde que aprendió a cazarlo y que, nuestros abuelos, los leñadores de animales y los cazadores de árboles, disfrutaban mucho comiendo los caballos que cazaban en los fértiles pastos de Centroeuropa, particularmente en verano. De hecho, uno de los motivos para domesticar al caballo fue poder proveerse todo el año de su carne. Más tarde vino lo de utilizarlo como medio de transporte y de tiro. En el año 732, sin embargo, el papa Gregorio III prohibió que se comiera carne de caballo, condenándola como “carne pagana”. Fue naturalmente una medida para fomentar la conversión de los pueblos germánicos, porque los sacrificios de carne de caballo (aspersión de los oficiantes con la sangre de la víctima incluida) ocupaban un lugar destacado en los ritos célticos. En Viena, la prohibición duró hasta 1850 y en Alemania tuvo que pasar más de un siglo para que, en 1973, se aboliesen definitivamente las barreras legales para el consumo de la carne caballar. Naturalmente, hay un movimiento a escala mundial que tiene como objeto la abolición del sacrificio de caballos no ya para consumo humano (que ya hemos dicho que es insignificante) sino para la elaboración de pegamentos y de piensos animales. Los Estados Unidos son el máximo exportador, con 50.000 toneladas anuales.