jueves, 12 de diciembre de 2013

Los austriacos y la carne de caballo (Artículo de www.vienadirecto.com)

La carne de caballo es sabrosa y muy sana pero, por algunas razones que se analizan en este post, muy impopular. 12 de Febrero.- Cuando yo era pequeño, era una máquina de devorar. Fui un niño que creció lustroso, al que le gustaba todo (menos la paella, curiosamente) y que se emocionaba con comidas que a los otros niños les ponían (y creo que aún les ponen) los pelos de gallina. Me encantaban las verduras, me moría por un buen plato de garbanzos y, en general, era feliz comiendo. Sin embargo, mi hermano, el padre de Ainara, era todo lo contrario. Siempre había que estar encima de él para que comiera cualquier cosa y no recuerdo haberle escuchado nunca decir “mamá, dame de comer que tengo hambre”.er Mis padres, desesperados, probaban todo tipo de remedios para ver de abrirle a mi hermano el apetito y, aconsejados por mi abuela Alejandrina, decidieron darnos a los dos suculentos filetes de carne de caballo los cuales, si no recuerdo mal, mi madre compraba a precio de oro en una carnicería que estaba en el pueblo de Fuencarral y que se había especializado en este producto. Hace muchos años que no la como pero, en comparación con otras cosas con las que se alimentaba a los niños de mi época (sesos rebozados y esas cosas) yo recuerdo la carne de caballo como una vianda muy sabrosa, de textura parecida a la de la carne de ternera. Ya en Austria, me sorprendió mucho que una variedad del famoso Leberkässe (una especie de mortadela que se come caliente entre pan y pan y que constituye un placer culpable) se hiciera con carne de caballo y aún más me sorprendió que, a muchos aborígenes, la procedencia de la carne les diera asco. Total, qué diferencia hay entre comerse un filete de carne de caballo y un schnitzel de carne de cerdo, cuando los brutos de los que están extraidos son igual de inteligentes. Pero parece que el caballo, por noble, por elegante, nos da más cosa. Todo esto viene a cuento de que, como mis lectores saben, se han encontrado trazas de carne de caballo en algunas hamburguesas vendidas en España y, por el resto de Europa también se han encontrado rastros de adn equino en otros productos, como la lasaña. El escándalo ha sido mayúsculo –a pesar de que la carne de caballo es perfectamente apta para el consumo y, de hecho, muy sana por su alto contenido en hierro y su bajo porcentaje de grasas- y se ha achacado a la bajada de los precios de esta carne en Rumanía. En Austria, según informa el diario Der Standard, sólo se consumen 50 gramos de carne de caballo por habitante y año y, según Statistik Austria, solamente 1000 equinos fueron sacrificados durante el pasado para servir de pasto a los seres humanos. Para que sirva de término de comparación: los austriacos, seres carnívoros por lo general, consumen setenta kilos de carne por cabeza y año. ¿Por qué le resulta a la gente repugnante comer carne de caballo? Los estudiosos dicen que probablemente sea porque la Iglesia declaró esta carne como impura durante siglos, y condenó su consumo. A pesar de que, según demuestran los hallazgos arqueológicos, el animal humano se alimentó del caballo desde que aprendió a cazarlo y que, nuestros abuelos, los leñadores de animales y los cazadores de árboles, disfrutaban mucho comiendo los caballos que cazaban en los fértiles pastos de Centroeuropa, particularmente en verano. De hecho, uno de los motivos para domesticar al caballo fue poder proveerse todo el año de su carne. Más tarde vino lo de utilizarlo como medio de transporte y de tiro. En el año 732, sin embargo, el papa Gregorio III prohibió que se comiera carne de caballo, condenándola como “carne pagana”. Fue naturalmente una medida para fomentar la conversión de los pueblos germánicos, porque los sacrificios de carne de caballo (aspersión de los oficiantes con la sangre de la víctima incluida) ocupaban un lugar destacado en los ritos célticos. En Viena, la prohibición duró hasta 1850 y en Alemania tuvo que pasar más de un siglo para que, en 1973, se aboliesen definitivamente las barreras legales para el consumo de la carne caballar. Naturalmente, hay un movimiento a escala mundial que tiene como objeto la abolición del sacrificio de caballos no ya para consumo humano (que ya hemos dicho que es insignificante) sino para la elaboración de pegamentos y de piensos animales. Los Estados Unidos son el máximo exportador, con 50.000 toneladas anuales.